Una nueva etapa para México inició este 1 de octubre con la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como nueva presidenta de México. En un momento clave para nuestro país, Sheinbaum tendrá que dar vistos de autonomía y autenticidad luego de los múltiples señalamientos que la colocan como una simple marioneta de Andrés Manuel López Obrador.
Los primeros discursos dicen mucho de lo que se viene. Algunos expertos han señalado los minutos que Sheinbaum dedicó a elogiar a López Obrador, nosotros lo vemos como parte de una despedida a un “caudillo” que durante varias décadas encabezó un movimiento social que derivó actualmente en la primera fuerza política nacional.
El saludo a Norma Piña, representante del Poder Judicial y contraviniendo la postura de López Obrador quien no tuvo la cortesía de saludarla deja en claro que poco a poco irá mostrando su forma y estilo de gobernar.
En el fondo Sheinbaum sabe la magnitud del momento histórico, tonta no es, sabe que no es momento de “destetarse” del primer mandatario, más aún cuando sigue teniendo una popularidad histórica, pero es precisamente la historia la que nos dice que esos caudillismos caen y se olvidan.
Garantizar certeza a los inversionistas se convirtió en una señal clave y bien vista. La protección de sus inversiones busca garantizar los empleos que son necesarios para mantener la estabilidad social y económica del país.
Destacó que se respetará la libertad económica, política, religiosa y de reunión, algo que es necesario enfatizar luego de las limitantes que se han dado por la inseguridad que viven muchos sectores de nuestro país.
Es momento de Claudia Sheinbaum y no de AMLO. Habrá que ver si megalomanía de López Obrador le permite comportarse como el expresidente que le toca ser y no el Plutarco Elías Calles moderno que va a querer mantener el poder basado en la popularidad y lealtad a ciegas y desrazonada de algunos de sus seguidores.
