La Secretaría de Marina confirmó en días recientes la muerte de dos de sus elementos en circunstancias que no pueden desligarse del contexto político que atraviesa la institución. El capitán Adrián Omar del Ángel Zúñiga perdió la vida durante un ejercicio de tiro real en Puerto Peñasco, Sonora, mientras que apenas un día antes el capitán Abraham Jeremías Pérez Ramírez fue hallado muerto, presuntamente por una herida autoinfligida. Dos marinos en menos de 48 horas.
Aunque oficialmente se han dado explicaciones distintas para cada caso, el telón de fondo no puede ignorarse: la Marina ha estado involucrada en investigaciones por huachicol fiscal durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, y el propio almirante Rafael Ojeda, titular de la Semar, ha quedado bajo los reflectores. Son muertes que inevitablemente levantan sospechas, sobre todo en un escenario donde el país parece vivir bajo la constante posibilidad de que testigos clave se vean alcanzados por “ajustes” que nadie admite, pero que todos temen. Seguramente en la reunión privada que sostuvo la gobernadora Maru Campos con el secretario de la Defensa, algo de este tema se habrá comentado, aunque habrá que ver si el dato se hará público.
En otro frente, más local pero no menos delicado, la Universidad Autónoma de Chihuahua se ha convertido en una auténtica bomba de tiempo en materia de seguridad vial y de protección civil. Especialmente en el Campus 1, donde miles de estudiantes y docentes de Odontología, Derecho, Ciencias Políticas, Faciatec y otras facultades deben ingresar a través de una sola entrada en ciertos momentos del día. A la par, la zona es un caos: violaciones a la Ley de Tránsito son cosa de todos los días y ni los agentes de vialidad ni las propias autoridades universitarias han ofrecido una solución mínima. Los horarios críticos —mañana, mediodía y tarde— son un viacrucis para quienes intentan transitar por allí o para quienes simplemente acuden a la Ciudad Deportiva a ejercitarse. El problema no es nuevo, pero el silencio cómplice sí que preocupa.
Finalmente, en Acción Nacional parece que intentan sacudirse la modorra con el inicio de una escuela de formación de cuadros políticos, impulsada por la dirigente estatal Carolina Sotelo. La iniciativa podría ser positiva si realmente define un rumbo, pero la contradicción ideológica sigue siendo el gran pendiente del partido: mientras se enarbola la defensa de la vida, la familia y la libertad como banderas históricas, la dirigente juvenil nacional, Daniela Aguilar, originaria de Chihuahua, ha expresado su respaldo a movimientos LGBTQ, lo que choca con el discurso tradicional panista. PAN tendrá que decidir si seguirá navegando entre dos aguas o si por fin será honesto con la sociedad sobre lo que representa en pleno 2025.
En suma, entre marinos que caen bajo sospecha, universidades que se convierten en polvorines viales y partidos que no definen su identidad, el país vive tiempos donde el silencio oficial pesa más que las explicaciones, y donde la omisión resulta tan peligrosa como la acción.
